miércoles, 19 de marzo de 2008

Ocho manos en el bar de don Lucho en Quilca


No tengo aviones para el ojo izquierdo
desliz de sonido parpadea sentido
y se rompe como el silencio en la lluvia
entonces cada pieza empieza en tus dedos y sonríe la partitura
la yerba es yesca esta noche
y tu cuerpo se centra en tu ombligo
y se pierde el silencio entre barcos ultracromáticos hacia las antípodas
de luz un océano hemisferio nuestro

lunes, 3 de marzo de 2008

Radiografía de una generación jodida


Había pensado empezar a contar esta historia soltando mis ajos y cebollas por las vicisitudes por las que pasamos un grupo de amigos, reunir a los compañeros de la promoción del colegio luego de 20 años; pero luego pensé que había que ver las cosas con ojos de observador social, de ‘ociociólogo’ como dicen. Pero me había dado vueltas el espíritu del ensayo de Manuel González Prada, “Nuestros magistrados”, y decapitar con la pluma a mis amigos queridos del colegio.

Parece extraño pero repetimos conductas sociales en sencillas acciones de nuestra vida diaria (oh que gran descubrimiento), desde la apatía, la puñalada, la ayuda, el compromiso, la exigencia, la burla mansa. Como si fuéramos marketeros políticos en campaña había que pelear con distintos escenarios posibles, al final hay que asumir que nuestra idiosincrasia es complicada; no hay otra que joderse en la peruanidad (se me viene a la mente esa trillada frase, el peor enemigo de un peruano es otro peruano).

Días antes chateando con una amiga sanmarquina le contaba de algunas actitudes que había encontrado para organizar este reencuentro, ella respondió que siempre pasan estas cosas, el cargamontón a los que asumen responsabilidades. En un momento de calentura le dije a esta amiga (conociendo mis arranques venáticos) que en medio de la fiesta iba a mandar a la mierda ciertas actitudes, o a estas mismas personas (pero no fueron a la fiesta). Afortunadamente todo quedo en una cólera pasajera, ¿por qué?, porque al final la calidez peruana es más grande que todos sus problemas.

Habíamos pensado que el concepto para la fiesta debía ser una estética ochentera, pero eso era imposible; esas fiestas temáticas no caben para nosotros (así me dijo un amigo, ‘tú y tus cojudeces’). Somos tantos y todos distintos (como nuestro país), nunca nos íbamos a poner de acuerdo; será por eso que hay tantos partidos políticos en el Perú.

Todo nació de la nada, conversando semanas atrás con mi amigo R. Sin darnos cuenta el tiempo había pasado y ya era hora de reencontrarnos con los amigos del colegio, para saber en qué va cada uno. Desde el principio quedó claro que sería una reunión práctica, sin despliegue de ostentación porque éramos dos y luego tres los que nos echaríamos al hombro la organización y el financiamiento de todo.

Manos a la obra consistía en buscar un lugar para la reunión, la cual conseguimos gracias a la ayuda de una compañera, luego venía hacer la lista de compañeros (de los que nos acordábamos); hay que precisar que nos tocó estudiar la Secundaria en una época donde el terrorismo era el pan de cada día, y teníamos de presidente a Alan García, sólo con esas dos cosas teníamos de sobra para llevar el estigma de ser una generación jodida, en todos los sentidos posibles.

Estudiamos en un colegio de la red de Fe y Alegría. Nunca hubo la foto oficial de promoción, ni anuario, ni fiesta, ni viaje; pero había colas para comprar azúcar, apagones, falta de agua, y rezar para no encontrarse con alguna bomba por allí (desgraciadamente un compañero sufrió las consecuencias de la insania de Sendero Luminoso). No nos quejamos del colegio, al menos yo no (siempre que puedo compro las rifas del colegio porque devuelvo en algo lo que el colegio me dio).

Cosas que nos encontramos en el camino

Haciendo ejercicio exhaustivo de la memoria hicimos una lista de unos setenta compañeros (éramos aproximadamente 90), pero la memoria no daba para más. Luego venía la tarea de ir a buscarlos, había que caminar mucho e ir por lugares que no visitábamos hacía años, algunos nos miraban con asombro (casi todos casados). Algunos seguían en el camino a la destrucción (drogas), otros habían viajado al extranjero, de algunos nadie quiso dar información (hubo una casa donde nos atendieron con la puerta cerrada, pensarían que seríamos asaltarles o algo así, gajes del cartero supongo).

Imaginaba contar estos hechos teniendo en la cabeza aquellas escenas del filme “Cuentos inmorales” (1978), experimento de largometraje por episodios, en que cuatro directores mostraron facetas de Lima vistas a través de historias ambientadas en diferentes sectores de Lima, donde Francisco Lombardi presenta “los amigos”, donde narra el reencuentro de tres o cuatro amigos del colegio luego de muchos años, que empieza en una cantina y termina en un prostíbulo (pasando por una serie de situaciones tragicómicas).

Uno de mis amigos me ‘conminó’ a que debía ir a cada casa hasta encontrar personalmente al compañero, aunque eso significara ir tres o cuatro veces, para él no era suficiente dejar la tarjeta a un familiar; yo me decía a mí mismo no era suficiente el tiempo que había invertido, caminar cuadras de cuadras, ir a reuniones preparatorias; cuando lo más valioso que tenemos ahora es el tiempo, al menos para mí. Hice lo que debía hacer con este ‘amigo’, mandar al carajo sus consejos y de pasada a él. Y así seguimos con los preparativos. No hubo orquesta, pero no estuvo mal vernos, bailar y beber hasta el día siguiente.

La noche de ese sábado había transcurrido como suelen transcurrir, las largas charlas de cómo nos trataba la vida, las bromas, los hijos, los matrimonios, los divorcios, los emprendedores empresarios, los ‘perros del hortelano’ (que en todos lados están), los mil oficios, los ausentes (fallecidos), los exitosos profesionales, las conversaciones secretas para contarse las últimas aventuras amatorias etc.

Al final asistió casi la tercera parte de la promoción (acaso el tercio superior tonero). En la fiesta vinieron en un momento las palabras de cada uno (menos mal breve y no como las largas peroratas de los políticos de alcantarilla que existen por aquí). A mi turno no sé si fui aguafiestas al decir que debíamos tener mayor organización con miras a las bodas de plata, pues todos o casi todos dijeron que hagamos esta fiesta cada año; pero sabemos que las buenas intenciones son sólo eso.

Vino como no, las fotos y el bailongo; conversé con todos los grupos sin preocupaciones especiales, sin desaliento ni desesperanza por no haber logrado que vinieran todos, creo que somos los que somos y nada más. Con el paso del tiempo veo que las heridas y los malos entendidos no cierran. Gente que vive tan cerca no vino o no quiso venir, gente que no quiere confrontarse con el pasado y prefiere el perfil bajo, gente atrapada en la vorágine del día a día (cría cuervos y te sacarán los ojos, esto va para los hijos adolescentes que tienen algunos), y por allí uno que otro que espera que todo salga mal para jodernos la fiesta, porque como anda jodido él quieren que todos lo estén.

Como vemos somos parte de una generación jodida que vivió la insania de grupos terroristas, un presidente nefasto (para cerrar el ciclo está otra vez en el poder, es que el loco no es él sino los que lo eligieron, y no soy humanista ni de partido alguno porsiacaso, tampoco apolítico); vivimos el colegio sin celulares, Internet, ni nada de lo que hoy nos parece normal cuando antes ni lo soñábamos.

Para cerrar repito la calidez peruana es más grande que todos sus problemas. Como corolario sí hubo música de los ochenta, y como no podemos escapar de las fauces del Grupo 5 y demás parafernalia cumbiambera también estuvieron, no faltaron los huaynos y algo de música de la selva (eso recuerdo, en fin como estaba ebrio). Me queda como tarea para una fiesta personal bailar remixes ochenteros (que no puedo con mis ganas de tonear con algo discotequero).

Post data

Al día siguiente varios se fueron ebrios manejando sus autos, pero no hubo problemas. De moraleja nos queda si bebes no manejes y si vas a beber lleva tu chofer pe’.