jueves, 15 de julio de 2010

Hace frío pero duele más tu ausencia



La última escena
es un techo blanco con grandes reflectores apagados
siempre supimos del ir y venir del amanecer
mas ahora sabemos que antes del último
este pegotea pedazos de julio en el cielo
como avisándonos de algo
entonces pensamos que alguien debería decirle a Madame Bovary
que no es necesario que planche más camisas blancas
que andaremos desnudos de ahora en más.


Un chofer de madrugada usurpa el oficio del verdugo. Los días siguientes ya no serán los mismos, habrá una viuda y huérfanos nuevos en este mundo. Y tomo un verso guardado hasta hoy para decirme a mí mismo: estate listo para vestir de cybergrief.

Hay veces que uno no quisiera decir lo que va a decir, ¿pero quien puede detenerlo? Desde el amanecer del viernes nueve de julio la vida para un grupo de personas ya no será la misma. Mi amigo Jorge Díaz ha partido de este mundo, y no he podido despedirme por andar pensando que somos invencibles y que la juventud es la mejor barrera contra todos los males.

Qué le pasa a uno cuando alguien tan cercano a los recuerdos de la niñez, alguien tan corpóreo hasta hace poco deja de serlo. Conocí a Jorge en la primaria y terminamos juntos la secundaria. Forma parte de los momentos en que forjamos los recuerdos del mañana. Aprendimos juntos a jugar fútbol de manera más competitiva que la primaria, aunque él siempre destacó más que muchos. Fue un gran hincha de Sporting Cristal y un habilidoso jugador del club de sus amores, el de su barrio, el Independiente de San Gabriel.

Me paso estos días recordándote y tú estarás dormido esperando que lleguemos para seguir esos partidos inacabables, en la cancha detrás del colegio casi todos los viernes del cuarto y quinto de secundaria. Las primeras borracheras y nuestras primeras incursiones como Romeos.

Pero ahora eso es más lejano. Te habías casado con Clara, nuestra compañera del colegio, la que te dio la alegría de ser padre y la oportunidad de renovar tu vida en lo que fue para ti lo mejor: conocer a Dios y ser feliz en este encuentro.

Yo soy agnóstico pero pude ver que eras feliz en tu Iglesia Evangélica Pentecostés. Por eso es que nunca te juzgué ni intenté revocar tu decisión espiritual como algunos. Y yo aprecié también tu amplia vocación ecuménica, pues nunca criticaste mi posición diametralmente contraria a la tuya. Aún así seguimos siendo muy amigos.

Pasábamos algunas tardes cocinando en tu casa y viendo algunos partidos de fútbol; así hasta que dejaste lo mundano; la bebida, el cigarro, las fiestas, y nos distanciamos un poco, aunque en nuestro caso más por los ajetreos de tu vida de casado y los horarios difíciles. Aún así a veces nos encontrábamos en los partidos del campeonato de San Gabriel, tú yendo a ver al Independiente y yo al Once Estrellas.

No nos veíamos hace unos meses, la última vez acababas de comprarte una moto nueva y conversamos sobre las formas de perder el tiempo, mejor dicho la forma en que nos la hacen perder y como revertir eso; un proyecto empresarial que al final no pudo ser.

Así hasta que el domingo once de julio en que te fuiste luego de dos días de estar en coma. Fuimos al hospital pero ya era tarde. Sólo nos queda respirar hondo y pensar como hacer menos difícil estos momentos para Clara, tu amada esposa.

Las madrugadas ya no serán las mismas. El chofer que atropelló tu moto y se dio a la fuga, tendrá que responder. Pensar que a la misma hora en que miraba el reloj, las siete de la mañana del domingo, tú partías. Te adelantaste pero ya te alcanzaremos.

Ahora estamos frente a tu última morada física, en el cementerio Parque del Recuerdo de Lurín con algo de frío y con amenaza de llovizna. Pero más duele tu ausencia. Por eso trataré de recordar los días de verano en que huíamos de Lima para conocer las playas del sur y aquellos pueblos que de seguro ya no serán los mismos.

viernes, 9 de julio de 2010

Hay que joderse de frío por impuntual



“Eres un perfecto pendejo”, esa fueron las primeras palabras que Enrique Vila Matas recibió de un peruano allá en Barcelona en los setenta. No había escuchado nunca esa palabra, reconoció que la curiosidad le ganó. Ahora hay que ver cual de las acepciones es la que quiso decir éste peruano.

Vila Matas (Barcelona 1948), escritor y ensayista español está en Lima, lo acabo de ver anoche (7 julio) en el Centro Cultural de España (CCE) hablar de sus obras y de cómo estas se forjaron entre idas y venidas del ser escritor. Ese matrimonio ambulante entre el hombre y la ‘puta’ literatura, como él la llama con cariño al explicar el origen del título de su libro “Dublinesca” (2010); la historia es más larga pero allí les dejo la idea.

Debo reconocer con desvergüenza que no he leído aún ninguna de sus obras, más allá de alguna que otra crónica periodística cargada de humor y de ingenio. Los X motivos a veces nos sobrepasan y uno no puede leer lo que quisiera, por ello me ‘fumo’ la vergüenza pues a mis casi ‘ochenta’ años ya no estamos para pedir perdón por estas cosas.

Llegué 15 minutos tarde a la conferencia (por el tráfico y por esas cosas de última hora que tienen las mujeres, en este caso mi novia). Había que ver la conferencia en circuito cerrado en el jardín exterior del CCE, donde encontré algunos amigos y gente que aspira a ser escritor y uno que otro desubicado(a). Igual hay que tiritar por el frío y resistir estoicos los bocinazos, y el palta, palta caserita, fierro catre botella.

El tío Vila Matas cuenta sus historias con una frescura envidiable, si hasta parece Mick Jagger luego de un polvo con alguna chiquilla. La conferencia se llama: La teoría de Lyon. Basado en una historia personal que cuenta con presteza e ingenio. Invitado a un simposio de escritores es olvidado por los organizadores y se la pasa en su cuarto de hotel escribiendo (a propósito, Vila le gusta escribir en las mañanas a contrasentido de muchos que gustamos escribir de noche o de madrugada) lo que será la teoría general de la novela del siglo XXI. ¿Cómo será dicha teoría? Ya no importa, pues cuenta que se regresó en tren a Barcelona escapando de estos organizadores olvidadizos, y se fuma el papel con dicha teoría. No recuerdo si dijo haber metido alguna hierba aromática en ese ‘tronchito’.

Algunas ideas interesantes de esa noche a rescatar: La idea del vacío en la vida, eso sensación de que a veces no pasa nada en nuestra existencia, aunque depende de la óptica en que se mire esto. La importancia de Internet en nuestras vidas. Vila ha contado como se metió de lleno en la piscina de las computadoras y de las redes mundiales; y de cómo se la pasaba respondiendo con el hígado a sus detractores en los blogs, ahora lo hace menos pero igual hay varios ‘Vilas’ que siguen con los insultos cruzados, y ya no se sabe quién es quien.

También ha dicho que no hay derecho a que le pirateen a uno en Internet. No sé pero como que en estos días tal vez me baje alguno de sus libros, se me antoja la selección de artículos y ensayos de crítica y viajes “El viajero más lento (1992), y “El traje de los domingos” (1995) o “Para acabar con los números redondos” (1997).

Pero no sabemos si están disponibles por la gracia de algún internauta generoso. Igual anoche contó algunas anécdotas al escribir La asesina ilustrada (1977), Historia abreviada de la literatura portátil (1985), Bartleby y compañía (2000), París no se acaba nunca (2003), y la reciente “Dublinesca”. De donde hay que rescatar eso de que no paraba de bostezar en casa de Paul Auster nada menos. Como para darnos cuenta de que pasan cosas inauditas a veces. Autojoderse es parte de la vida parece.

También ha contado su experiencia con amigos peruanos desde los setenta, en que empieza su carrera de escritor. También la vez que conoció a Julio Ramón Ribeyro, ambos de una timidez sin par dice Vila, por lo que no pasó todo de un choque y fuga. También me ha despertado nostalgia sus historias con Roberto Bolaños.

Como colofón debo reconocer que el presentador de Vila, el escritor Gabriel Ruiz Ortega (mucho gusto), tiene el tono de voz muy parecida a la mía, así toda pausada (como pensando casa sílaba antes de soltar palabra alguna), insulsa, casi hasta aburrida incapaz de florear con éxito a alguna veinteañera. Hay que joderse ni modo.