lunes, 7 de abril de 2008

El efímero paseo de un pescado frito punkeke


Sábado en la noche. Un olor a pescado frito se cuela entre nuestras narices, primero sutil y luego descarado, se mete zigzagueante con la rapidez de una lagartija huidiza; los que alguna vez de niños hemos corrido detrás de una sabemos lo difícil que es cazarlas con las manos. No sé de donde vino aquel olor y no lo sabré nunca.

En la plazoleta había algo más de treinta personas. Mis adolescentes primas C y A me han traído para ver no sé que. Estoy allí con la esperanza de encontrar algo que me saque de la modorra estival. Lo que encuentro es un grupo de jóvenes, que en el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), tratan de construir un acto cultural en medio de una plaza villamariana llena de soledad.

Trato de tomarme todo a la broma, y no hago más que desarrollar mi faceta de comediante con mis primas, ellas se enojan de todo y suponen que hay que ponerse serio antes de echarse a pogear (esta juventud carga con el peso de los emos, o sea están jodidos).

Me pregunto si esos chicos están allí para matarse en el escenario, ¿qué los separa para conectarse con la gente?, que en su mayoría se han acercado con el afán de observar qué es aquello que rompe el silencio de la plazoleta. Es difícil gustarle a la mayoría y hay que contentarse que sólo a cuatro gatos les gusta la música que empiezan a tocar, en cierta forma es heroico pararse frente a un público anodino.

La noche es una mezcla de errores, por un momento pienso que a estos chicos les falta malicia para hacerse escuchar, acaso pararse frente al público al estilo del grupo M.A.S.A.C.R.E. desafiantes por lo menos. Por momentos parece una comedia de situaciones, el equipo de sonido que se apaga en medio de la canción de una chica que ha venido desde El Agustino, y que por momentos me recuerda a alguien; entonces prefiero ir a comer algo para sacarme de la cabeza a ese demonio que alguna vez alegraba mis mañanas rumbo al trabajo en la 73.

Mis primas y yo regresamos luego de comer unas hamburguesas. De nuevo ante los chicos del escenario. Pienso que no importa clasificar la música que hacen, acaso alguno de los ‘sapos’ que están allí sabría decir que lo que escuchan es rock gótico, hardcore metal, rock industrial, post industrial, hardcore techno, rapadelia etc. Cualquier canción que toquen a su estilo es buena para matar la nostalgia del nocturno sábado.

Estamos lejos de saltar como en los conciertos de Lucybell, o de Manolo García, pero es loable lo que los chicos hacen, hacer escuchar sus voces en medio del gentío que no entiende ni mierda y que tal vez no saben que la cultura musical va más allá de lo que los canales de televisión nos venden de manera desfachatada. Algunos grupos de esa noche: Exiliados, Eukades (los de la foto, cuyo cantante tuvo la particularidad de cantar de espalda al público).

Además del concierto de música había una muestra de pintura, instalación, a cargo de algunos chicos de la Escuela de Bellas Artes de Lima, Huancayo, Ayacucho, y uno que otro artista autodidacta, según propia confesión. Todo al aire libre, aquí no hay espacio para ensoñaciones de un Museo Guggenheim; no hay que olvidar que estamos en un distrito pobre del Cono Sur de Lima, pero al arte no le importa, está donde quiere estar.

Miro todo con la rigurosidad de un ex periodista cultural de un diario limeño. Claro está que en la muestra no hay innovaciones, como en su momento lo hicieran con el arte pop Roy Lichtenstein, o Andy Warhol, no hay el dramatismo iconográfico de Francis Bacon; aquí hay otro tipo de dramatismo, acaso uno que tiene que ver con el desconocimiento.

Las obras de los artistas muestran una fuerte individualidad, hay un minimalismo extraño, acaso de subsistencia, expresarse con lo que hay a mano; quizás porque del otro lado –el público- sólo hay vacío, y no sé que es peor, si la carencia económica de los artistas o la ignorancia.

Tal vez lo interesante es ver la reacción del público, los miro y escudriño cada gesto de sus rostros; creo que hay una impotencia que muere en silencio que ni ellos mismos se enteran de su existencia, la impotencia de haber pasado tantos años en el colegio y no haber cultivado su espíritu para apreciar todas las artes del hombre.

En esta muestra los cuadros están lejos de mis gustos pero no importa, las instalaciones están lejos de los desarrollos conceptuales de artistas de la talla de Carlos Runcie Tanaka, Emilio Rodríguez Larraín, o más lejos aún Marcel Duchamp, y si estamos con ganas de joder de Nam June Paik.

Pero lo que diga no importa, lo importante es la quijotesca intención de conquistar espacios no tradicionales para el arte ‘oficial’. No hay espacio para museos de arte contemporáneo en los pueblos jóvenes, entonces hay que tomar lo que se pueda, calles, plazas, mercados, lo que haya; y eso es lo que han hecho esos chicos anónimos.

Como diría una gran maestra de la escultura en nuestro país del siglo XX, la desaparecida Anna Maccagno: ‘La idea é buona, ma no te ha salido’. Pero que ‘chu’ importa, lo importante es que estos chicos anónimos lo intentan siempre, acercar su forma de expresión al pueblo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

emiliano, ¿desde cuándo dejaste de ser periodista cultural?

Emilio dijo...

Ismael... dejé el periodismo cultural de un diario pero sigo en mis aventuras personales, contar cosas que no tienen espacio en la prensa 'oficial' por decirde alguna manera. Abrazos.

Anónimo dijo...

los emos,punkekes y toda esa comuna y ¿tu cual eres?

Emilio dijo...

Cuando uno llega a una edad prefiere estar solo como el lobo estepario amigo… las comunas son y no son, de joven pertenecemos a varias y también ahora participo de sociedades secretas y luego todos seguimos los caminos que nos toca vivir… es bueno que los chicos se agrupen… yo no intento descalificarlos, es más creo que he descrito un hecho de manera positiva.