miércoles, 6 de mayo de 2009

Dateo para recoger un premio sorpresa


Cada vez que se estrena un filme nacional uno espera ver algo que nos despierte emoción, y lo último que debiéramos hacer es sacar el hacha gratuitamente y despedazar lo que estamos viendo. No somos Terminator pero tampoco hay que ser unos ‘pinches’ franeleros. Aunque uno imagina que siempre el cine nacional debería traer cosas interesantes no siempre es así, pero tampoco es que la cinematografía peruana esté llena de bodrios, tenemos nuestras cositas ricas creo.

El 30 de abril se estrenó en Lima el reciente filme del director Alberto ‘Chicho’ Durand, “El premio’. El cual viene precedido de un galardón obtenido en Francia, nada menos ser elegida como la mejor película en el Festival de Cine Peruano de París – Francia 2009.

En “El premio” la historia está contada de tal manera que hasta el más ‘taba’ pueda entenderla. A veces no sabemos si eso es para el filme un mérito excelso, o en cierta forma una manera de pasar al olvido rápidamente. El guión ha cumplido con su oficio, no es intrincado y narra con sencillez una historia que nos puede pasar a cualquiera; tampoco es que el guión sea lo máximo aquí pero es aceptable.

Digo esto porque uno espera del cine cierto grado de exigencia al espectador, acaso un reto a nuestro gran o incipiente bagaje cinemero que hemos formado en el camino, o hemos hecho a trancas y barrancas en un curso acelerado por allí, si es que eso se puede hacer.

Lo mejor de la película es la interpretación de Emmanuel Soriano en el papel del hijo ‘antipródigo’, y la grata presencia de de Mayella Lloclla como la hermana de éste. Hay que resaltar también las tensiones dramáticas entre el hijo (Alex) y el padre (interpretado por José Luis Ruiz), aunque por momentos esta tirantez pasa por lo melodramático, tal vez allí se pudo dar un énfasis más oscuro (claro para los que les gusta lo trágico como yo).

Hay que resaltar también la situación generada por los roces entre dos primos infieles que a la vez son engañados, una por un marido ‘choro monse’ y tartamudo y el otro por el destino; aunque al final del filme parece haber reconciliación entre éste y su pasado, ya eso depende de lo que quiera entender cada uno. Cabe hablar también del uso preciso de espacios urbanos así como de los rurales.

También es rescatable la concepción de algunos personajes, que por momentos raya en un vodevil de situaciones que han arrancado al público unas carcajadas, eso hay que reconocerlo al director. No es fácil hacer reír a la gente, aunque depende mucho al público que te enfrentes.

Aquí no se trata de pasarle la mano a todo lo que lleve la etiqueta de cine nacional, pero hay pequeñas cosas que pueden mejorarse. Para empezar tratar mejor la interpretación Magdiel Ugaz, que cae en lo disforzado; así como algunas escenas como el concierto ¿cumbianbero, chichero, tex mex andino o no sé qué?, donde se hace referencia al tema de ‘lo bamba’. Dificulto que se asemeje a una fiesta de los trabajadores de Polvos Azules, si es que esa era la intención.

Pero no todo puede ser perfecto. Aunque si fuera jodido diría que por momentos se ha tratado al filme como una carrera de obstáculos donde uno va moviendo las vallas contra si mismo. Técnicamente el filme es correcto, aunque por allí se pudo evitar algunas cosas innecesarias (pero quien soy yo para evaluar eso), como el uso efecto de un gran angular en algún momento, y la escena erótica de Norka Ramírez. ¿Había que ponerle su cosita sabrosona para saciar al vulgo?

Algunas historias han quedado en suspenso, tal vez el director planee una secuela, ¿por qué no, si se trata de hacer otra película en el país? Por mientras Alberto Durand ha dicho en una entrevista en Canal N que se viene una segunda parte. Ojalá esta se concrete pronto. De todas maneras vayamos a los cines para verla.

Por último he sentido que por momentos pendía en una línea entre el ‘todo ok pase’ y el desgano; tal vez sea eso que nos acoquina a veces al comentar por escrito sobre un filme nacional, aunque luego seamos crudos con nuestros comentarios verbales entre amigos (que por buenaventura o mala suerte mía no hay ninguno que sea crítico de cine de esos pontificados), aficionados pobres pero honrados.