jueves, 13 de diciembre de 2007

En el país de los cedros (aunque no haya ninguno)


Había encargado a la recepcionista del hotel que me despertara a las 5 de la mañana (que para mí es la profundidad del sueño), para prepararme e ir hacia Rioja (la ciudad de los sombreros). Y así empezó esta pequeña aventura, que además de soñolienta fue rápida y ¿furiosa? Además de ser el último día de noviembre.

Llegué a la comunidad de El Cedro porque me dijeron en Tarapoto que aquí encontraría la escuela 0843 El Cedro, y yo debía ir porque así estaba establecido en el programa de trabajo con el gobierno regional de San Martín.

De entrada al pueblo me doy cuenta que el tiempo de la canícula es crónico. Mientras más nos adentramos pareciera que nadie vive aquí, sólo dos perros nos ladran a lo lejos como para contradecirnos. Hemos tenido que caminar algo más de un kilómetro desde la carretera de trocha hasta la escuela, porque la crecida del río Pacuyacu se llevó el camino, como para recordarnos a los que venimos de la ciudad que estamos en una zona rural, donde la espesura de la selva es el revés del cielo y la turbia serpiente infinita que es el río Mayo nos mira desde arriba, aunque creamos que esta a lado de la carretera Fernando Belaunde.

La comunidad, a diferencia de lo que había pensado al principio, nada tiene que ver con la soledad del silencio, aquí el sol hace hervir la vida entre los gritos de los chicos de la escuela en el recreo que luego veríamos.

Herlin Guerrero, el director de la escuela que desde febrero del 2005 ingresó a formar parte del Proyecto AprenDes, luego del compromiso de la comunidad y las autoridades educativas; nos da la bienvenida con la calidez de un hermano. No nos conoce pero nos abre la puerta de la escuela para ver cómo trabajan en ella.

A partir de aquí empieza el trabajo de adentrarnos en una escuela rural en medio de la selva peruana. Estoy lejos de ser un hombre rural pero tener frente a la escuela una inmensa montaña verde debe ser lo mejor para un niño que va a estudiar. Esto es la pasantía pero me resisto a contarlo desde el lenguaje de los especialistas de la educación, porque no lo soy, soy sólo un amago de cronista en medio de la espesura selvática.

Ya el grupo está completo, dos directores de DRE, una ex ministra de Educación, especialistas en educación de distintas regiones, representantes del Ministerio de Educación, los dos maestros de la escuela, los alumnos y algunos padres de familia.

Al entrar al aula nos recibe una niña encargada de la comisión de bienvenida. Los niños del tercer hasta el sexto grado de primaria –que son los que enseña Herlin- nos miran curiosos. Por un segundo se quedan en silencio y luego reaniman la clase. Estamos allí para observar el trabajo en el aula.

“Me quiero mucho, somos inteligentes y si podemos hacerlo”, dicen a coro los niños de la mesa del tercer grado. Es su forma de empezar el día, y lo encabeza la monitora, que de alguna manera es la auxiliar del maestro en este grado. Ellos son los encargados de poner orden, y les recuerda a los compañeros que no se deben usar palabras vulgares en el aula, y mucho menos pelear. El cargo de monitores es rotativo nos dice Herlin, “ser monitores es parte de la formación de líderes y todos tienen su oportunidad”. Otro cargo al que aspiran los niños es el de alcalde escolar, pero este se alcanza mediante una democrática elección escolar.

El aula es una fiesta de color –como deben ser- hay papelógrafos con textos de los chicos, dibujos, hasta una bodega donde todo se hace más real al momento de hablar de la importancia de la bodega de la comunidad.

Los chicos trabajan con las famosas guías de autoaprendizaje –las cuales han sido validadas por los maestros en distintos talleres nos cuenta Herlin- es gratificante ver a los chicos leer por ellos mismo las guías, y como entre ellos mismos se preguntan para asegurarse de haber entendido. Es lo que se llama hacer del alumno el protagonista de su propio aprendizaje.

Las clases empiezan a las 7.55 a.m. y terminan a las 1 p.m. A las 10 a.m. toman el desayuno que les proporciona el Pronaa (las madres de familia van rotando para prepararlo), luego viene el recreo. Cada día es una aventura el ir y regresar a la escuela, eso lo sabe bien Elsie Cruzado, la niña del cuarto grado que es la que más lejos vive del colegio; 50 minutos de ida y otros de vuelta, en su recorrido es acompañada por sus compañeros hasta cierta parte, luego debe llegar sola. No le es extraño encontrar todo tipo de animales durante su camino.

Luego del recorrido de las dos aulas de clases, la biblioteca, el comedor, nos reunimos todos (los niños siguen en clase) para conversar sobre lo que hemos visto. Irene Gutarra, la gerente técnica de AprenDes inicia el debate sobre nuestras apreciaciones. Todos cuentan lo que les ha parecido, y hablan de la realidad de sus regiones. Pero sobre todas las intervenciones resalta la metálica, aguda (no sé como describirla) voz de Herlin explicando el trabajo de su escuela. Es sin duda un Quijote en medio de la selva, un ser sacado de aquel apartado rincón del mundo para decirnos que el Perú es eso, una promesa, acaso una leyenda paralela a la carretera, como oculta pero no.

La comunidad

En la comunidad viven unas 150 familias nos dice Herlin. Estas se dedican al cultivo del café, arroz, además de criar ganado. En las tardes la cancha frente a la escuela –que luce hoy como un terral- se llena de gente para jugar fútbol y voley bajo el abrasador sol; es la diversión del pueblo, aquí no hay electricidad nos lo recuerda.

Esta escuela multigrado se destaca por el entusiasmo, iniciativa y voluntad por mejorar cada día en los aprendizajes de los niños. Aunque Herlin y la segunda maestra del colegio, Sandra Ríos, no viven en la comunidad se han involucrado con los padres al grado que estos apoyan en la hora de la lectura, y desde luego participan de lleno en el día de logros. Esta es una escuela donde los padres se han tomado en serio su rol de acompañantes en el proceso educativo de sus hijos. Y para no quedarse atrás hasta han participado de un concurso de comprensión lectora, con un jurado externo para no tener problemas dice entre sonrisas Herlin.

Una de las tareas a realizar en el 2008 es reforestar algunas partes de la comunidad –una hectárea nos toca a la escuela- dice Herlin. “Este lugar se llama El Cedro pero cuando la gente viene no hay ninguno, es porque antes estos fueron desforestados por personas de otros distritos. Ya tenemos nuestros plantones de cedro y caoba gracias a Inrena, y los chicos y nosotros nos encargaremos de esta tarea”.

Es hora de despedirnos así que viene la foto de rigor de todos los alumnos, visitantes, maestros, frente a la escuela. Nos espera la caminata de regreso hasta la movilidad (afortunadamente no hay mosquitos). Volver a toda prisa hasta retomar la carretera Fernando Belaunde a la altura del kilómetro 450, y de allí ir más rápido que una combi asesina de Lima, a más de 130 KM por hora por momentos (furiosos) para poder llegar en casi tres horas a Tarapoto, y no perder el avión de regreso a la ciudad.

En el camino sólo nos hemos detenido para beber el agua helada de unos cocos, es que el calor ya nos había deshidratado y no habíamos llevado agua (ni desayuno ni nada); por ello si va a un lugar como El Cedro no olvide llevar sus chelitas para el retorno –pero que no beba el chofer-, ahora que te hidratan con cuatro botellas por 9.50 soles (así es la competencia dicen).

4 comentarios:

GABEL DANIEL SOTIL GARCÍA dijo...

Emilio:
Te felicito por haber tenido la oportunidad de llegar a una comunidad amazónica rural y hayas constatado lo peculiar de la vida en estas realidades, que son parte del Perú. Pero, me hubiera gustado que no salgas tan apresurado a buscar el avión pues, además de lo que viste, dejaste de ver la dinámica comunal que es el soporte de la Escuela. Tanto a ti como a los demás funcionarios del Ministerio les pido dedicar mucho más tiempo para conocer cómo somos en provincias, pues para tomar adecuadas decisiones se requiere tener un adecuado conocimiento. Gracias, de todas maneras, por dedicar algunas líneas de tu blog a una muestra de nuestra realidad educativa.
Tu amigo amazónico,
GABEL SOTIL

Vacío dijo...

Estimado Gabel, gracias por dejar un comentario en mi blog floro digital. Lo del avión desgraciadamente estaba ya programado así, a mí me encanta viajar y conocer otras culturas y me quede con pena de no poder conocer más, pero eran los tiempos con lo que contaba. En esos días en Tarapoto tampoco he podido conocer en profundidad la ciudad por estar de lleno metido en el trabajo. No trabajo para el Ministerio de Educación, soy un periodista free lance. Saludos. Tienen en la amazonía uno de los hermosos lugares del planeta.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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