sábado, 2 de febrero de 2008

Ensayo de una idea estival


¿Es acaso la creación y la perseverancia dos caminos distintos que nunca confluyen? ¿Qué se necesita para estar siempre en estado creativo, acaso perseverar en aquello que creemos nos acerca a ese estado de gracia donde todo es posible? Preguntas como estas se ha hecho el hombre desde hace miles de años.

La verdad que hoy quiero compartir con ustedes es mía, no sé si es la misma que sienten o piensan ustedes. Esto de crear es andar en estado esquizofrénico donde a nadie ajeno se lastima sino a uno mismo, si es que no se sigue el camino que nos señala el momento, crear y crear para no morir ‘envenenado’ con nuestra dimensión estética, que tiene de todos los lados concebibles, demoníaco y terrenal, entendiendo estos aspectos más allá de toda atadura moral, religiosa o temporal; nuestra estética va más allá de todo, más allá de nosotros mismos como autores pues nos libera y nos encierra a la vez en nuestros dramas secretos, somos sin duda los ‘homo esthéticus’ aquellos que podemos ver la belleza donde otros ven la nada; el vacío es sin duda lo contrario a lo que trato de explicar.

¿Se nace con talento o se adquiere el mismo con recetas o técnicas para ser un ser creador? ¿A quién le corresponde responder esto? No lo sé, tampoco creo que nos importe, al menos a mí. Los que no piensen igual pueden leer los libros sobre el tema y sumergirse en el mar de las explicaciones, o si tienen la oportunidad preguntárselo a los pontificados artistas que conozcan.

¿Cuántas maneras hay de crear? No lo sé. Ya Sócrates nos dio la respuesta en breves palabras que encierran el universo, o sea, la brevedad atrapó aquello que no puede la lógica; sólo sé que nada sé. Parece una tomadura de pelo pero es la verdad más categórica que hombre alguno haya podido decir en este mundo.

Crear es destruir, suena ilógico, irracional, pero acaso al crear no estamos destruyendo la cadena que nos ata a este mundo de apariencias. Ya decía aquella letra punk de un grupo peruano que no recuerdo ahora: “Hay que destruir para volver a construir”. De eso se trata en resumen el crear, una destrucción masiva de aquello que nos ata. La más dura atadura sin duda es la que una parte de nosotros nos la pone a nuestro ser creador, rota esta somos los hombres más libres y nada detiene nuestro poder porque encarnamos a la muerte y decidimos cuando nos llevamos al vida de nuestra creación al infierno o a los campos elíseos, o donde queramos, lo arbitrario aquí sí tiene cabida.

Las penas de los creadores son las nuestras, las otras son del mundo aparente. ¿Qué es lo aparente? Todo aquello que ven nuestros ojos. Tal vez una frase de Novalis tomada de Enrique de Ofterdingen: “Me ofrezco como eterno holocausto a este sol naciente y, ante él, enciendo en mí una llama que no se extinguirá jamás”; pueda explicar la naturaleza salvadora de la creación, crear o morir, entendiendo la muerte como el vacío de la existencia del artista. Hay que crear aunque sea efímera nuestra creación y sólo podamos verlo fragmentariamente con los ojos de la mente. Hablemos con nosotros mismos, no nos quedemos en silencio ante nosotros mismos; a los que nos pasamos la vida encerrados en esos ergástulos de metal que es el transporte masivo de Lima, les digo abstraigámonos y empecemos a crear mientras el mundo nos pone contra la pared; destruyamos la ciudad en que vivimos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gustan tus textos sige enviandolos ami bandeja de entrada danzasur.puno@gmail.com jesus alegria

Emilio dijo...

Gracias por tus palabras Jesús, seguiré mandando mis textos a tu mail. Disfruten estos días de carnaval en Puno, un abrazo.