viernes, 9 de julio de 2010

Hay que joderse de frío por impuntual



“Eres un perfecto pendejo”, esa fueron las primeras palabras que Enrique Vila Matas recibió de un peruano allá en Barcelona en los setenta. No había escuchado nunca esa palabra, reconoció que la curiosidad le ganó. Ahora hay que ver cual de las acepciones es la que quiso decir éste peruano.

Vila Matas (Barcelona 1948), escritor y ensayista español está en Lima, lo acabo de ver anoche (7 julio) en el Centro Cultural de España (CCE) hablar de sus obras y de cómo estas se forjaron entre idas y venidas del ser escritor. Ese matrimonio ambulante entre el hombre y la ‘puta’ literatura, como él la llama con cariño al explicar el origen del título de su libro “Dublinesca” (2010); la historia es más larga pero allí les dejo la idea.

Debo reconocer con desvergüenza que no he leído aún ninguna de sus obras, más allá de alguna que otra crónica periodística cargada de humor y de ingenio. Los X motivos a veces nos sobrepasan y uno no puede leer lo que quisiera, por ello me ‘fumo’ la vergüenza pues a mis casi ‘ochenta’ años ya no estamos para pedir perdón por estas cosas.

Llegué 15 minutos tarde a la conferencia (por el tráfico y por esas cosas de última hora que tienen las mujeres, en este caso mi novia). Había que ver la conferencia en circuito cerrado en el jardín exterior del CCE, donde encontré algunos amigos y gente que aspira a ser escritor y uno que otro desubicado(a). Igual hay que tiritar por el frío y resistir estoicos los bocinazos, y el palta, palta caserita, fierro catre botella.

El tío Vila Matas cuenta sus historias con una frescura envidiable, si hasta parece Mick Jagger luego de un polvo con alguna chiquilla. La conferencia se llama: La teoría de Lyon. Basado en una historia personal que cuenta con presteza e ingenio. Invitado a un simposio de escritores es olvidado por los organizadores y se la pasa en su cuarto de hotel escribiendo (a propósito, Vila le gusta escribir en las mañanas a contrasentido de muchos que gustamos escribir de noche o de madrugada) lo que será la teoría general de la novela del siglo XXI. ¿Cómo será dicha teoría? Ya no importa, pues cuenta que se regresó en tren a Barcelona escapando de estos organizadores olvidadizos, y se fuma el papel con dicha teoría. No recuerdo si dijo haber metido alguna hierba aromática en ese ‘tronchito’.

Algunas ideas interesantes de esa noche a rescatar: La idea del vacío en la vida, eso sensación de que a veces no pasa nada en nuestra existencia, aunque depende de la óptica en que se mire esto. La importancia de Internet en nuestras vidas. Vila ha contado como se metió de lleno en la piscina de las computadoras y de las redes mundiales; y de cómo se la pasaba respondiendo con el hígado a sus detractores en los blogs, ahora lo hace menos pero igual hay varios ‘Vilas’ que siguen con los insultos cruzados, y ya no se sabe quién es quien.

También ha dicho que no hay derecho a que le pirateen a uno en Internet. No sé pero como que en estos días tal vez me baje alguno de sus libros, se me antoja la selección de artículos y ensayos de crítica y viajes “El viajero más lento (1992), y “El traje de los domingos” (1995) o “Para acabar con los números redondos” (1997).

Pero no sabemos si están disponibles por la gracia de algún internauta generoso. Igual anoche contó algunas anécdotas al escribir La asesina ilustrada (1977), Historia abreviada de la literatura portátil (1985), Bartleby y compañía (2000), París no se acaba nunca (2003), y la reciente “Dublinesca”. De donde hay que rescatar eso de que no paraba de bostezar en casa de Paul Auster nada menos. Como para darnos cuenta de que pasan cosas inauditas a veces. Autojoderse es parte de la vida parece.

También ha contado su experiencia con amigos peruanos desde los setenta, en que empieza su carrera de escritor. También la vez que conoció a Julio Ramón Ribeyro, ambos de una timidez sin par dice Vila, por lo que no pasó todo de un choque y fuga. También me ha despertado nostalgia sus historias con Roberto Bolaños.

Como colofón debo reconocer que el presentador de Vila, el escritor Gabriel Ruiz Ortega (mucho gusto), tiene el tono de voz muy parecida a la mía, así toda pausada (como pensando casa sílaba antes de soltar palabra alguna), insulsa, casi hasta aburrida incapaz de florear con éxito a alguna veinteañera. Hay que joderse ni modo.

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