miércoles, 2 de marzo de 2011

Carnaval sangriento en Lima


“Por muy inocente que parezca desenvolverse el carnaval en Lima, no puede, con todo, terminar sin sangre. Como se me ha asegurado, cada año ocurren algunos casos fatales. En uno de los suburbios, una indígena compraba carne, en la mañana del tercer día, y se encontraba ocupada en cortar un trozo, cuando un mulato le arrojó por la espalda un cubo de agua en la cabeza. La chola se encontraba de mal humor esa mañana, pues sin voltearse siquiera, le clavó al mulato un cuchillo en el cuerpo, el cual murió pocos minutos después”.

Así describe un día de carnaval en Lima en el siglo XIX, Friedrich Gerstaecker, novelista alemán del género de aventuras muy leído en su tiempo en su país. El texto en mención se titula: “Tres días de carnaval en Lima” (1860), y es recogido del libro “Cuatro viajeros alemanes al Perú”, que reúne comentarios del Perú por cuatro teutones que visitaron el país entre los siglos XVII y XIX, editado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 1969, y que tiene a Estuardo Núñez como encargado de la recopilación, revisión y prefacio, y a Ernesto More como traductor del alemán al castellano.

Entonces no queda sino darnos cuenta que los excesos del carnaval en una ciudad como Lima, viene de siglos atrás, como lo demuestra este texto. Esta festividad del año saca la peor parte de nuestra idiosincrasia, sacar ventaja para robar, agredir, burlarse, despilfarrar, matar y todo lo demás. Esto quedo demostrado en estos días cuando el primer domingo de febrero, dos chicas fueron atropelladas por un bus al tratar de huir de unos maleantes que quisieron aprovechar el carnaval para no solo echar agua sino manosearlas. Ya estamos en marzo y estos delincuentes no han sido identificados y el asunto parece haber pasado al olvido por las autoridades.

Estos excesos pasan en las grandes ciudades y en zonas donde lo popular y barrial convive con lo delincuencial. No sé de pueblos en la serranía o en la selva donde se registren hechos con estas características. Así que esas historias de que antaño los carnavales la gente se respetaba y te echaba agua perfumada solo era verdad en zonas con comodidad económica (donde un alto grado de educación era la barrera a los excesos violentos), pues en los barracones de los siglos pasados el carnaval siempre ha rayado en lo violento y el mal gusto.

El texto de Gerstaecker nos cuenta que el carnaval eran días en que se vivía la guerra de los huevazos; pues todo el año se guardaban huevos a los que se les había extraído el interior para llenarlo con agua olorosa -los que tenían dinero-, con agua los indiferentes, y los aviesos con agua de acequia; tapados luego con cera y vendidos por miles. El autor cuenta que tres jóvenes calcularon que ellos usaron alrededor de 1200 en tres días de carnaval. Hay que echar pluma para ver el dinero gastado en un carnaval, y multiplicar por todos los carnavales de su vida.

Otra curiosidad es que aunque estaba prohibido echar agua, y había patrullas a caballo con policías para vigilar se cumpliera esta norma, estos eran los personajes más mojados y no podían hacer mucho pues los huevazos venían de todas partes y de forma anónima, y a estos policías solo les quedaba reír. O sea la falta de respeto a las autoridades venía de atrás. O sea que heredamos lo peor de la idiosincrasia de los españoles que llegaron a invadir el Perú, solo nos queda sino jodernos por los siglos de los siglos.

Como corolario es bueno saber que Friedrich Gerstaecker tiene un relato: “18 meses en América del Sur” (2 volúmenes), donde dedica gran cantidad de páginas sobre la realidad peruana, y también la novela “El señor Águila”, de más de 500 páginas, que es la primera novela escrita por un extranjero sobre la realidad peruana; y que según Estuardo Núñez dice en 1969 en el prólogo del libro no había sido traducida del alemán al castellano.

No hay comentarios: